Dentro de trescientos o mil años pasará algo y la edad contemporánea, la nuestra, se habrá acabado. Cómo llamarán a ese tiempo nuevo: ¿edad megacontemporánea? ¿Serán hombres y mujeres ultracontemporáneos? No, claro que no. Sencillamente ellos, que ya nos habrán quitado el sitio, querrán también quitarnos el nombre. Ellos vivirán en la edad contemporánea y nosotros nos quedaremos sin nombre. A esto añádanle que estos años en los que vivimos no disponen de una forma clara para ser nombrados: hablamos de los locos años veinte, de los ochenta. ¿Y a partir del dos mil? ¿Cómo se llamó la primera década del siglo XXI: los ceros? ¿Hay alguien que haya escuchado llamar a nuestros años de de vino y rosas los años diez? En absoluto. No tenemos nombre para los años que nos han tocado y en unos pocos siglos perderemos el título de seres contemporáneos. ¿Qué somos, a día de hoy? La respuesta, esta vez, no está en el viento. Mejor, pregúntenle al caballero de la foto, que parece saberlo todo sobre el tiempo.