Publicado el: 18/11/11
Se ha sospechado siempre que Pedro Majuelos tenía un alma alemana bajo ese cuerpo serrano cordobés. Aparecía de tanto en tanto, las tardes en las que alguien le pedía la traducción de alguna palabra alemana, o cuando recordaba lo que parecían viejas batallitas de emigrante. Al primer contacto, Pedro tenía un aspecto hermético y una forma de hablar atropellada. Pero el que insistía se encontraba a un hombre apasionado y quien estuviera dispuesto a escucharlo o a discutir con él sabía que tenía que armarse de paciencia, sentarse alrededor de esa legendaria mesa de UFCA y utilizar todas las armas dialécticas de las que dispusiera durante un buen rato. Pedro no era fácil de convencer, pero tampoco era fácil de enfadar. Era como el enfant terrible que hay en todas las casas, en todas las agrupaciones. Pero siempre resultaba extraño comparar su carácter con sus fotografías. Todas eran silenciosas y tenían que ver con mundos en los que la luz y la oscuridad no se pelean, sino que dialogan. Sus pequeños detalles de la naturaleza, de viejas casas, de detalles sin importancia, parecía que formaban su visión del mundo desde detrás del visor. Junto con la Semana Santa, por supuesto. Le fascinaba ese mundo por lo que tiene de espectáculo visual más que por la grandeza religiosa. Pero hace poco, Pedro comenzó a colgar unas imágenes muy diferentes en su perfil de Facebook. De pronto, el alma alemana se rebelaba y salía a la luz. Y creo que entonces todos pudimos ver al verdadero Majuelos, el de los pantalones de color rosa, la peluca y las barbas, los gatos, los amigos hippyes. No sé si intuyó que el tiempo se acababa, pero ahora, a unas pocas horas de su muerte, me parece que con este maravilloso regalo que nos hizo de sus años de mocedad salió a relucir algo verdadero y radiante. A todos los que lo conocisteis, os recomiendo que descubráis a ese otro Pedro. Son un grito de amor por la vida semejante al que los chicos de Alphaville dieron en su día: ¡Forever young! Pues eso, amigo Majuelos: Forever Young, o como diantres se diga en tu querido alemán. Y no descanses en paz, que eso es para los aburridos. Sigue discutiendo y convenciendo a quien haga falta.