Paco Tamayo ha publicado un libro que se llama Lo fugaz y Federico Fuertes ha encontrado un lugar en Internet con treinta y una palabras que son antónimas de fugaz. Entre ellas: permanente, perdurable, persistente, perpetuo… Muchas palabras con p de poderoso, pero también con p de pesadísimo. Si en lugar de buscar antónimos ustedes prefieren los sinónimos pueden encontrarlos en el interior del libro: por ejemplo, en la página diez pueden descubrir cómo algo pasajero se convierte en eterno; en la página cuarenta y tres verán que lo momentáneo, en efecto, dura un momento, sí, pero cada momento es visto de manera diferente y única por los infinitos ojos que lo miran, lo que hace de él un momento infinito; en la cincuenta y seis está lo sucinto, lo breve, lo transitorio y lo provisional, todo hermosamente distorsionado, a la manera de Paco. Y así todo el libro, cuyas imágenes, casi todas, ha sido realizadas desde ese asiento del automóvil que no tiene un volante a veinte centímetros de nuestro abdomen. El conductor, ya lo sabemos, es el dueño de la realidad, pero el que va a su lado es el que organiza lo fugaz. El primero dispone de los caminos y las direcciones, del tiempo empleado en los trayectos, de las velocidades y de las pausas. Para él fueron creados los códigos y las sanciones: las multas son reales, las señales lo son, las rayas blancas y amarillas, los semáforos. Pero dentro del auto hay otra visión paralela al mundo real: la visión de aquella persona que no tiene un volante frente a su cara. Ése es Paco Tamayo y por eso en sus fotografías no sale ningún volante. Tampoco sale nada que forme parte de esa mezcla a partes iguales de espacio y tiempo que llamamos realidad. Lo que aparece ante sus ojos de copiloto tiene prohibidas las matemáticas y la física porque se deforma de manera aleatoria como la arena entre los dedos y no se deja encarcelar por las ecuaciones. El origen y el destino de los viajes lo marcan los tripulantes, pero para contarnos lo que pasa en el trayecto siempre nos quedará Ulises.

Y ya fuera de este libro y de este texto, en no sé qué página de una vieja edición de un libro de Foucault, se dice que la palabra y la imagen pertenecen a mundos completamente diferentes y nunca una imagen será idealmente descrita por un texto, ni un libro podrá ser condensado a la perfección por una imagen. Pues eso, dos realidades: como la del conductor y la de Paco Tamayo, el hombre que nunca condujo.

 

Nota de la redacción: Estamos organizando su presentación, en breve, en Algeciras. En cuanto tengamos fecha concreta os lo haremos saber. Estad atentos solo hay 100 ejemplares numerados